Democracia Representativa

por Alexsandro M. Medeiros

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publicado en: mar. 2022

versión en Portugués

            Cuando hablamos de democracia, varios conceptos relacionados con el derecho a votar, el derecho de ir y venir, el de elegir a nuestros gobernantes, en fin, son los más variados conceptos que dejan una ambigüedad en relación a su significado real.

             En su término etimológico democracia significa gobierno del pueblo, gobierno de la mayoría:

 

se entiende por democracia una de las varias formas de gobierno, en particular aquéllas en las que el poder no está en manos de uno o unos pocos, sino de todos, o mejor dicho, de la mayoría, como tal a diferencia de las formas autocráticas, como la monarquía y la oligarquía (BOBBIO, 2000, p. 07 – traducción nuestra).

 

               En la antigua Grecia, el concepto de democracia estaba muy ligado a la participación popular, la gente iba al ágora (plaza pública) y decidía lo que era importante o no para su ciudad y, principalmente, decidía lo que era mejor para sus compatriotas. Aunque fácilmente se puede cuestionar si en realidad existió una democracia en la Antigua Grecia y quiénes eran los ciudadanos que podían participar en los debates en el ágora. Al fin y al cabo, en Atenas, donde se consolidó la democracia como forma de organización política de las ciudades-estado griegas (las polis), no hubo democracia en el sentido literal del término, ya que, de hecho, la gran mayoría de los atenienses la población no estaba formada por ciudadanos, sino por esclavos, mujeres, niños, así como por extranjeros que representaban en promedio el 90% de la población y, como no eran ciudadanos, no podían participar en las discusiones que se realizaban en la plaza pública.

            A su vez, la idea de representación comienza a gestarse en la modernidad, en la cual, según Vieira (2006, p. 21 – traducción nuestra), tiene origen el paso del principio de soberanía monárquica a la soberanía popular, realizado por la burguesía frente al poder de los reyes, procurando obtener privilegios que sólo podían conseguirse interfiriendo en la acción del estado absolutista. “Es en este contexto que un nuevo significado de la representación adquiere un papel esencial en el marco de la reestructuración del espacio político, debidamente adaptado a las nuevas exigencias que impone la forma de reproducción social de la modernidad”. Una vez instituida la soberanía popular en oposición a la soberanía monárquica y ante la imposibilidad de la democracia directa, “la opción por el moderno sistema representativo se presentaría como solución a esta dificultad [del ideal de una democracia directa]” (id., ibíd., p. 21 – traducción nuestra). De esta forma, la soberanía popular se delega a través de representantes o diputados elegidos para ese fin.

              Hoy vivimos en un modelo de democracia representativa, en la cual la sociedad delega en un representante el derecho de representarlo, y de tomar las decisiones que mejor favorezcan los intereses de toda la población.

               Para Bonavides, este modelo tiene, al día de hoy, como bases principales:

 

Soberanía popular, sufragio universal, observancia constitucional, principio de separación de poderes, igualdad de todos ante la ley, adhesión manifiesta al principio de fraternidad social, representación como base de las instituciones políticas, limitación de las prerrogativas de los gobernantes, Estado de Derecho, temporalidad de los mandatos electivos, derechos y posibilidades de representación, incluso para las minorías nacionales, donde existan (2006, p. 294 – traducción nuestra).

 

            En una democracia representativa o indirecta, los ciudadanos eligen representantes, quienes deben conformar un conjunto de instituciones políticas (Poderes Ejecutivo y Legislativo) encargadas de administrar los asuntos públicos, dictar leyes y/o ejecutarlas, representantes que deben velar por los intereses de quienes los eligen: la población.

             El mecanismo por el que se eligen los diputados es el sufragio universal: el voto. Durante muchos años se negó el derecho al voto a muchas personas, ya sea por color de piel, condición social o género. Pero poco a poco este derecho se fue extendiendo a gran parte de la población, a través de sus propias luchas. Hoy se ve a menudo la devaluación del voto, ya sea por parte del elector, que vende, canjea, manipula, o incluso de los candidatos, que utilizan mecanismos ilegales para acceder al poder.

                Segun Lima Júnior:

 

El sufragio universal y la igualdad ante la ley son los principios estructurantes del sistema electoral democrático: un hombre, un voto, un valor, constituye así la expresión de síntesis y, al mismo tiempo, la prueba efectiva de la soberanía popular (apud SELL, 2006, p. 87 – traducción nuestra).

 

             En Brasil, el sufragio universal garantiza a la población la elección de sus representantes, lo que posibilita mejor el mantenimiento de los intereses populares con justicia e igualdad para todos. Para muchos, votar es un arma poderosa contra la corrupción y los regímenes totalitarios que pueden oprimir a la población.

                Además, revela una doctrina de duplicidad entre el elector que legitima a su representante a través del voto, y el mismo elegido, que cuenta con la confianza del pueblo para gobernar a su favor, “dos voluntades legítimas y distintas […] voluntad menor del elector, restringida a la operación electoral, y la voluntad autónoma del elegido, derivada de esa operación” (BONAVIDES, 2006, p. 223 – traducción nuestra).

              En esta transmisión de poderes de unos a otros, el voto significa la voluntad del pueblo de decidir lo que cree que es mejor para su ciudad. Sin embargo, este mismo voto, que debería representar la voluntad popular, choca muchas veces con un sistema mayoritario que, en lugar de concebir la voluntad de la mayoría, se limita a concentrarse en las coaliciones partidarias y no en el voto mayoritario, dejando a muchos candidatos fuera del sistema electoral.

           En Brasil existen dos sistemas electorales, el mayoritario y el proporcional. En la elección proporcional se eligen concejales y diputados estatales y federales. Es común que algunos candidatos sean elegidos con menos votos que otros que no son elegidos. En este sistema, el número total de votos válidos se divide por el número de escaños en disputa.

               El resultado es el cociente electoral, o el número de votos correspondientes a cada escaño. Al dividir el total de votos de un partido por el cociente electoral, se llega al cociente del partido, que es el número de escaños que tenía. Se hace una nueva cuenta de las fracciones de cada partido hasta repartir todos los escaños.

             El sistema electoral mayoritario se utiliza para elegir a los jefes del Ejecutivo, Presidente, gobernadores y alcaldes, y también para las elecciones al Senado. En las elecciones presidenciales, el sistema utilizado es el de mayoría absoluta, en el cual el candidato ganador debe obtener más del 50% de los votos válidos para ser elegido. La segunda vuelta tiene lugar si ningún candidato alcanza la mayoría absoluta en la primera vuelta de la elección. Este sistema también se utiliza en las elecciones para gobernadores de estados y alcaldes de ciudades con más de 200.000 habitantes.

             Entendiendo la representación política como un acto de hacer presente lo ausente (PITKIN, 1967 apud SOUZA; LIMA; TEIXEIRA, 2012), la idea de representación se ha expandido ahora incluso en espacios caracterizados por una mayor participación social. Si inicialmente se puede pensar la idea de representación, considerando principalmente las esferas del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo, existen determinadas instancias vinculadas a la gestión de los asuntos públicos que tienen algún tipo de representatividad, como son los Consejos de Políticas Públicas y las Conferencias  de Políticas Públicas, culminando en lo que Souza, Lima y Teixeira (2012, p. 153 – traducción nuestra) denominan “representación en espacios participativos”, es decir, espacios caracterizados por la participación de segmentos de la sociedad civil a través de la representación en la discusión y deliberación de políticas públicas. Analizando los resultados de la representación política en el funcionamiento de Consejos y Conferencias, los autores pretenden destacar los “límites y posibilidades en cuanto al vínculo entre representantes y representados y en cuanto a la inclusión de opiniones, perspectivas e intereses diferentes” (id., ibíd., p. 153 – traducción nuestra).
 

Crisis del modelo representativo

            El sistema representativo ha recibido varias críticas a lo largo de los años. Esto se debe a las numerosas denuncias sobre la administración del poder público que, en lugar de administrar a favor del pueblo, termina actuando en beneficio propio.

             Según Manfredini (2008, p. 25 – traducción nuestra):

 

lo que se ha vivido en Brasil es la crisis de ese modelo. Los representantes ya no representan al pueblo; este último, a su vez, ya no está interesado en los asuntos políticos. Crece el número de partidos, pero las ideologías siguen siendo las mismas, y el poder legislativo aún no ha logrado su independencia, continúa operando con preponderancia del Ejecutivo.

 

             Antonio Lambertucci – entonces secretario ejecutivo de la Secretaría General de la Presidencia de la República en la época del gobierno de Lula –, coincide con Manfredini cuando afirma que si bien la forma representativa de las instituciones democráticas es una necesidad de las sociedades complejas, conlleva “[ ...] limitaciones a la expresión democrática directa de los ciudadanos, que es una característica de los sistemas políticos por representación” (LAMBERTUCCI, 2009, p. 83 – traducción nuestra).

             La pérdida de confianza de la población en el modelo representativo ha sido motivada por varios factores: ya sea “por el descrédito de los partidos políticos frente a la creciente desconfianza en la clase política” (VIEIRA, 2006, p. 91 – traducción nuestra), o por las incesantes denuncias sobre corrupción, o el mal uso de los recursos públicos, además de la falta de soluciones para resolver los problemas públicos que afectan a la sociedad directa e indirectamente. Fruto de la desconfianza en los mecanismos representativos, Vieira (2006, p. 91 – traducción nuestra) destaca la necesidad de que los movimientos populares ejerzan algún tipo de presión: “como garantía de rescate de lo 'político', como espacio autónomo de decisión colectiva. y no simplemente un mero espacio de negociación entre intereses parciales y corporativos”.

             La democracia representativa es blanco de críticas porque lo que se ve constantemente es el tema de la corrupción, negligencia política y negligencia de la propia población; dejando mucho espacio para que los elegidos hagan lo que quieran, dejando de lado los intereses de la población para beneficiarse de su cargo. Además,

 

La dinámica actual de la democracia representativa en nuestro país revela una triste realidad, la porción de la población que se pronuncia y cuestiona activamente las irregularidades practicadas y la no representación de los partidos políticos y gobernantes del país es bastante pequeña (FONSECA, 2009, p. 15 – traducción nuestra).

 

             De esta forma, la democracia representativa es una forma de gobierno que pretende satisfacer las necesidades de una gran mayoría, pero que lamentablemente está corrompida, quienes deben defender al pueblo en busca del bien común, desde el momento en que son elegidos, ya utilizan instrumentos que no muestran ningún interés por el bien del pueblo sino por sus propios intereses.

             En todo caso, el modelo representativo es aquél cuyo poder se delega en un representante y éste tiene la función de obrar en beneficio de toda la población. En este contexto, el voto se muestra como una importante herramienta de participación popular, pero que por la falta de compromiso de muchos gobernantes ha sido desacreditada por gran parte de la población, pero que aun así es capaz de cambiar la realidad social y político del país.

            Al cuestionar la idea de crisis en el modelo representativo, Pogrebinschi y Santos (2011, p. 261 – traducción nuestra) destacan que las nuevas prácticas democráticas de participación y deliberación no implican la anulación o debilitamiento de la idea de representación: “Las prácticas participativas fortalecen la democracia al ampliar el papel de los ciudadanos en ella. Pero esto no es a expensas de la representación política y sus instituciones”. Hay un entrelazamiento entre las ideas de representación, participación y deliberación y “el surgimiento de nuevos espacios democráticos, así como de nuevos actores involucrados en la gestión de los asuntos públicos, que puede, por otro lado, ser visto como una forma de fortalecimiento de la representación política, y no como un signo de debilitamiento de sus instituciones” (id., ibidem, p. 261 – traducción nuestra).

 

Referências Bibliográficas

BOBBIO, Norberto. Teoria geral da política: a filosofia política e as lições dos clássicos. Trad. Daniela Beccaccia Versiani. Rio de Janeiro: Campus, 2000.

BONAVIDES, Paulo. Ciência Política. São Paulo: Malheiros Editores, 2006.

FONSECA, Jumária Fernandes Ribeiro. O Orçamento Participativo e a Gestão Democrática de Goiânia. Dissertação (Mestrado em Desenvolvimento e Planejamento Territorial). Programa de Pós-Graduação em Desenvolvimento e Planejamento Territorial da Universidade Católica de Goiás. Goiânia, 2009.

LAMBERTUCCI, Antonio Roberto. A participação social no governo Lula. In: AVRITZER, Leonardo (org.). Experiências nacionais de participação social. São Paulo: Cortez, 2009. (Coleção Democracia Participativa)

MANFREDINI,KARLA M. Democracia Representativa Brasileira: O Voto Distrital Puro Em Questão. Florianópolis, 2008.

PITKIN, Hanna Fenichel. The concept of representation. Berkeley: University of California press, 1967.

POGREBINSCHI, Thamy; SANTOS, Fabiano. Participação como Representação: O Impacto das Conferências Nacionais de Políticas Públicas no Congresso Nacional. DADOS – Revista de Ciências Sociais, Rio de Janeiro, vol. 54, no 3, p. 259 a 305, 2011. Acesso em 23/07/2017.

SELL, Carlos Eduardo. Introdução á sociologia politica: politica e sociedade na modernidade tardia. Petrópolis, RJ: Vozes, 2006.

SOUZA, Clóvis H. L.; LIMA, Paula P. F.; TEIXEIRA, Ana C. C. Conselhos e conferências nacionais: entre a participação e a representação. Argumentum, Vitória (ES), v. 4, n.1, p. 152-172, jan./jun. 2012. Acesso em 23/08/2017.

VIEIRA, Luiz Vicente. A democracia com pés de barro: o diagnóstico de uma crise que mina as estruturas do Estado de Direito. Recife, Ed. Universitária da UFPE, 2006.

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