Ilustración

por Alexsandro M. Medeiros

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publicado en: ago. 2022

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              En Francia, Les Lumières (Las luces); en Alemania, Aufklärung (Aclaración); en Inglaterra la Ilustración (Enlightenment). Les Lumières proviene de la expresión La Lumiére de la Raison (La luz de la razón) y hace referencia al movimiento cultural europeo del siglo XVIII con alcance político, filosófico, literario y científico. Los términos ilustración, ilustrar e ilustrado están asociados a Lumières. El término Aufklärung es la versión germánica de Enlightenment. Aunque Lumières no puede traducir literalmente Aufklärung, por lo que se utiliza el término Iluminismo. “Aufklärung tiene un significado que no pudo encontrar una traducción fiel en la lengua vernácula, engendrando divergencias en los términos transcritos: iluminación, ilustración; acercándose a él traducciones de: iluminación, filosofía de la iluminación” (MÖLLER, 2014, p. 39 – traducción nuestra). Es común, sin embargo, que tanto Lumières como Aufklärung marquen la presencia de una época: la época de la Razón. El siglo XVIII se convirtió en el apogeo de la racionalidad y, por tanto, también se puede decir que representa el siglo de los filósofos.

           La Ilustración o iluminismo es heredera tanto de la tradición de filósofos racionalistas como Descartes, Leibniz y Spinoza, como de filósofos empiristas como Locke, Berkeley y Hume. De la tradición racionalista, la Ilustración heredó el método crítico para lograr la luz y la claridad del conocimiento. El empirismo, por su parte, aportó procedimientos para la observación y construcción de la realidad a partir de la experiencia de los hechos.

           El Iluminismo fue un movimiento cultural e intelectual del siglo XVIII que pretendía movilizar el poder de la razón para reformar la sociedad y los saberes heredados de la tradición medieval: “su programa es la difusión del uso de la razón para dirigir el progreso de la vida en todos los aspectos” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 605 – traducción nuestra). Esta revolución intelectual que tuvo lugar en Europa, en países como Francia, Alemania e Inglaterra, también fue conocida como el Siglo de las Luces y como la Ilustración. Sin embargo, es necesario considerar, como lo hacen Pazzinato y Senise (1992, p. 98 – traducción nuestra), que “la Ilustración representó el ápice de las transformaciones culturales iniciadas en el siglo XIV por el movimiento renacentista”.

            Además del movimiento humanista del renacimiento, que colocó al hombre en el centro del universo, configurando una nueva concepción del hombre, otros movimientos contribuyeron al advenimiento de la Ilustración, como: la Reforma Protestante, que pretendía liberar la conciencia individual de las instituciones religiosas de la Iglesia y la revolución científica, que allanó el camino para la investigación de los misterios de la naturaleza.

            La Ilustración no fue un movimiento homogéneo, es decir, no es un conjunto de ideas sistemáticas ni una escuela. Se trata de una actitud y una mentalidad común que involucra a filósofos, matemáticos, físicos, intelectuales de un determinado tiempo y que buscaron, sobre todo, dejarse guiar por las “luces de la razón” para hacer su aporte al progreso intelectual, social y moral.

          “Esta forma de pensar y sentir fue muy difundida en el siglo XVIII en muchos países europeos. Sus primeras manifestaciones se encuentran en Inglaterra y Holanda” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 606 – traducción nuestra), pero Francia es considerada por muchos como el país que lideró intelectualmente la Ilustración europea. “Sin embargo, hay, con diferencias a veces importantes, una Ilustración alemana, italiana, española, austriaca y una Ilustración de los países de Europa del Este” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 606 – traducción nuestra).

            Durante el siglo XVIII, los intelectuales franceses fueron pioneros en promover los valores de la Ilustración, conocidos como Philosophes (filósofos) y culminaron con la publicación de la gran Encyclopédie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers (1751-1772) editada por Denis Diderot y Jean Le Rond d'Alembert y que contó con la contribución de más de 130 pensadores como Voltaire, Montesquieu, Rousseau y Condillac, entre otros. Entre los textos escritos por sus colaboradores podemos destacar: Montesquieu y Voltaire (literatura), Condillac y Condorcet (filosofía), Rousseau (música), Buffon (ciencias naturales), Quesnay y Turgot (economía), Holbach (química), Diderot (historia de la filosofía), D'Alembert (matemáticas).

Entre os textos escritos por seus colaboradores podemos destacar: Montesquieu e Voltaire (literatura), Condillac e Condorcet (filosofia), Rousseau (música), Buffon (ciências naturais), Quesnay e Turgot (economia), Holbach (química), Diderot (história da filosofia), D’Alembert (matemática).

Leia mais: https://www.portalconscienciapolitica.com.br/filosofia-politica/filosofia-moderna/iluminismo/

            La Enciclopedia es de inspiración racionalista y materialista, propone la separación inmediata de la Iglesia del Estado y combate las supersticiones y las diversas manifestaciones del pensamiento “mágico”, incluidas las instituciones religiosas. Por ello su publicación sufrió una violenta campaña en su contra de la Iglesia y de grupos políticos afines al clero. Sufrió la intervención de la censura y condena papal, pero terminó ejerciendo una gran influencia en el mundo intelectual, inspirando a los líderes de la Revolución Francesa. Sobre la Enciclopedia Fortes (1985, p. 50 – traducción nuestra) se expresa así:

Lo que sí podemos decir es que allí sin duda encontramos, como expuestas en una vitrina, las principales ideas de la burguesía del siglo XVIII. Si el catolicismo tuvo su Summa Theologica con Santo Tomás de Aquino, la burguesía también tuvo su Summa Philosophical en la Enciclopedia.

            Poco a poco la Enciclopedia ayudó a difundir los ideales de la Ilustración en los salones parisinos y la razón humana se convirtió entonces en la luz (de ahí el nombre del movimiento) capaz de esclarecer cualquier fenómeno.

            Aún en el contexto de la Ilustración, cabe destacar dos cuestiones: la primera del filósofo alemán Immanuel Kant y la segunda de Salinas Fortes a raíz de la primera. Comencemos por el segundo: “Si ahora nos preguntan: ¿Vivimos actualmente en un siglo ilustrado? (aufklarer)? He aquí la respuesta: No, pero sí en un siglo en marcha hacia las luces (FORTES, 1985, p. 83 – traducción nuestra). He aquí la pregunta de Kant y lo que escribió al respecto: "¿Qué es la Ilustración?" (más información en: Que é Esclarecimento?).

 

La Ilustración representa la salida del ser humano de una tutela que se impuso a sí mismo. Los guardianes son aquéllos que no pueden hacer uso de su propia razón, independientemente de la dirección de los demás. Uno es culpable de su propia tutela cuando resulta, no de una deficiencia de entendimiento, sino de una falta de resolución y coraje para hacer uso del entendimiento, independientemente de la dirección de los demás. Saper aude! ¡Ten el coraje de hacer uso de tu propia razón! - ese es el lema de la Ilustración

            Partiendo de esta idea, podemos pensar en la Ilustración como forma de emancipación del ser humano, y como elemento de liberación de la condición de minoridad (mediante el uso conjunto de la razón y la libertad y ésta como instrumento del hombre en la búsqueda de la iluminación).

             Para Kant (1985, p. 100 – traducción nuestra) minoridad es la “incapacidad de servir al entendimiento sin la guía de otros”, es la ausencia del entendimiento sin la ayuda de otro. En el pensamiento de Kant, el único responsable de la minoría del individuo es él mismo, y sólo él, con libertad, puede liberarse de esta condición y para la emancipación de la minoría es importante que el individuo ejerza plenamente su libertad - de hablar, escribir, pensar. Para salir de la minoría es necesario buscar la iluminación, pensar por uno mismo, salir de la cueva de la ignorancia y ver el mundo con otros ojos.

            La razón juega un papel importante, ya que conduce al conocimiento, a la iluminación. Y la libertad también es importante, porque es la que permitirá al ciudadano gozar del uso público de la razón, que es el camino para que el hombre salga de su minoría. Vemos así la Ilustración como un proceso de racionalidad y pleno uso de la libertad. La Ilustración, como salida de la minoría, es, por tanto, un proceso de transformación del hombre de su minoría en un hombre ilustrado.

              Kant (1985) también afirma que el hombre no puede renunciar a la iluminación, ya que es un derecho humano sagrado, y ni siquiera un gobernante puede decidir sobre la iluminación de su pueblo, destacando también que el gobernante debe ser fuente para la búsqueda de la Ilustración.

 

Características de la Ilustración

            A pesar de la divergencia de pensamientos entre los distintos autores de la Ilustración, es posible notar algunas tendencias generales comunes: “Lo que caracteriza a la Ilustración, además de la apreciación del hombre [...] es una profunda creencia en la Razón humana y sus poderes” (FORTES, 1985, p. 9 – traducción nuestra). También se observa “a partir del surgimiento del pensamiento filosófico y científico, a mediados del siglo XVI, un cambio en la funcionalidad de la ciencia y el lugar del individuo en el mundo” (MELLO; DONATO, 2011, p. 248 – traducción nuestra). Así, vemos el racionalismo como “propulsor del conocimiento” y la defensa del conocimiento científico y racional como un medio para superar los prejuicios e ideologías tradicionales y buscar la Ilustración. En general, Giles (1987) señala que la Ilustración se basó en tres pilares: la naturaleza, la razón y el progreso. La naturaleza se entiende a partir de la idea de que el universo se rige por leyes universales como en el caso de las leyes del movimiento del sistema newtoniano. La razón es lo que permite descubrir mediante la observación tales leyes, descubriendo todas las divergencias aparentes y rechazando todo lo que se base únicamente en la autoridad. El progreso resume los ideales de la Ilustración: desde la comprensión de las leyes de la naturaleza, desde la razón, la humanidad podría, por fin, caminar hacia el progreso.

            Además, los filósofos de la Ilustración tenían como ideal luchar por la libertad, como dijo Diderot “el espíritu de nuestro siglo parece ser la libertad” (apud FORTES, 1985). En el que el hombre no debe guiarse por los pensamientos ajenos, sino pensar por sí mismo, siendo dueño de su “propio olfato”, convirtiéndose en un hombre racional, dejando de lado las ideologías retrógradas que limitan la libertad, recurriendo a la razón. Hay, por lo tanto, una defensa intransigente de la libertad entre los pensadores de la Ilustración (política, religiosa, libertad de expresión, de prensa).

La libertad individual se convierte en el centro de la discusión sobre política, ya que la filosofía política de la Ilustración promovió la centralidad de los derechos individuales, diferenciando los compromisos antiguos y medievales del orden y la jerarquía. En este sentido, podemos decir que la Ilustración tuvo su primera expresión teórica, más concentrada, a fines del siglo XVII, con el inglés John Locke –considerado el padre del Liberalismo–, preocupado por “cambiar” la concepción de súbditos de la corona británica por la de ciudadanos. Defendería la libertad y la tolerancia religiosa (MELLO; DONATO, 2011, p. 253 – traducción nuestra).

            Otra característica es la crítica a los valores de la Iglesia Católica y el anticlericalismo. Los filósofos lucharon con todas sus fuerzas contra la imposición de la verdad por parte de la Iglesia: “La Razón, para ser efectivamente libre, no puede someterse a ninguna autoridad que la supere ni a ninguna regla que le sea extrínseca: es, por sí misma, propia regla.” (FORTES, 1985, p. 18 – traducción nuestra).

            Hay, además, una confianza en el desarrollo del “espíritu científico” (con énfasis en la cosmovisión mecanicista y el naturalismo) y en las ideas de progreso. La popularización del conocimiento científico le dio cierta confianza al “espíritu de la Ilustración” de que alcanzaríamos un mayor grado de desarrollo. “Es la ciencia la que da al siglo XVIII seguridad y confianza en la razón. El éxito de las ciencias experimentales alimentó la idea de que el mismo método conduce al progreso concreto en todos los ámbitos de la cultura y de la vida” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 606 – traducción nuestra).

            Los descubrimientos astrofísicos de Galileo Galilei, Johannes Kepler hasta Isaac Newton contribuyeron a esta confianza. La Tierra ya no era el centro del universo y el nuevo método empírico-matemático basaba esta confianza en el “espíritu científico”.

El avance de la astronomía [y la física], con la pérdida del privilegio cósmico de la Tierra, y la necesidad de admitir que es posible que no estemos solos en el universo han tenido una profunda influencia en el pensamiento humano. El destino universal del hombre, defendido por la Iglesia, sufrió un fuerte golpe (DUPAS, 2006, p. 40 – traducción nuestra).

            En otros tiempos, la teología cristiana determinaba la verdad absoluta que debía fundamentar el conocimiento y nuestra visión del mundo, y todo aquél que se apartaba de la filosofía escolástica era acusado de herejía ante el tribunal de la Santa Inquisición, como sucedió con Giordano Bruno y Galileo Galilei, por contradecir los fundamentos filosófico-teológicos de la época. Con la revolución científica y una confianza ilimitada en el poder de la razón, la Ilustración, “procediendo con el método analítico racional propio de las ciencias, [aspira] a llegar a verdades indiscutibles o, cuando esto es imposible, a generalizaciones legítimas, que tengan una bien fundamentada validez metodológica” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 606). Este “espíritu de la luz” quiere someter todo conocimiento a los principios de la razón, alcanzando todos los aspectos del conocimiento humano, a diferencia del “espíritu de las tinieblas” medieval, pues como sabemos en la Edad Media, el poder jerárquico lo ostentaban exclusivamente la Iglesia y la nobleza. La tradición religiosa se impuso a todos; el hombre no podía ejercer libremente su razón. La razón era una simple sierva de la fe.

Lección de anatomía del profesor Nicolaes Tulp (1632), del pintor holandés Rembrandt. (In: FEITOSA, 2004, p. 99).

El lienzo captura la visión científica del cuerpo humano, reducido a una fuente de información anatómica y fisiológica, algo para ser investigado y examinado.

 

            El lienzo captura la visión científica del cuerpo humano, reducido a una fuente de información anatómica y fisiológica, algo para ser investigado y examinado.

            Sobre la base de esta misma confianza en el poder de la razón, todavía se habla de una moral natural, una religión natural y una ley natural.

la Ilustración se adhiere a la escuela del derecho natural y cree que puede construir un cuerpo de normas jurídicas universales e inmutables [...] Para explicar los principios del derecho natural se recurre, como en el siglo XVII, a la propia naturaleza humana em si, es decir, es abstraída de los cambios resultantes de la acción de la civilización sobre el hombre, asumiendo, como hipótesis, un estatus naturae previo a la sociedad civil y definiendo los derechos que el hombre ya debió tener en este estado primitivo, es decir, los derechos que pertenecen a su dignidad de hombre por el simple hecho de ser hombre (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 607  – traducción nuestra).

            En cuanto a la moral natural y la religión, son independientes, pero ambas deben ser consideradas en términos del “hombre mundano”: una antropología ilustrada basada en principios utilitarios, sin rituales, cultos ni dogmas.

La religión se convierte en un modo de sentir, un sentimiento íntimo de comunión con Dios, que nace de la adhesión sentimental a la armonía de la naturaleza. [...] especialmente los jóvenes ilustrados identifican a menudo la naturaleza con Dios, cuando no proclaman el ateísmo materialista (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 607 – traducción nuestra).

            La naturaleza humana es el fundamento de la moral y la religión de la Ilustración. Y la característica principal de la naturaleza humana, en la que todos los ilustradores están de acuerdo, es su racionalidad. A través de la razón, y siempre a través de la razón, es posible conocer las leyes de la naturaleza. Es la naturaleza la que “proporciona las leyes de la lógica, así como de la vida social, y unifica todo el orden de las relaciones y propósitos humanos. Es en base a la naturaleza que el hombre dirige sus intereses” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 607 – traducción nuestra).

 

Contexto Histórico e Influencia Política

            En el contexto histórico de Europa Occidental desde la Baja Edad Media, del siglo XI al XV, predominó el absolutismo monárquico. Con la justificación de que el poder real era de origen divino, se cometieron muchas arbitrariedades. La nobleza y el clero estuvieron siempre unidos en una misma simbiosis a lo largo de la época medieval, los señores feudales y la Iglesia eran aliados en intereses comunes de dominación, ostentando el poder de persuasión sobre los siervos. Sin embargo, con la caída del sistema feudal y la implantación del capitalismo, el señor de los feudos disminuyó cada vez más su poder, por lo que los siervos se volvieron menos dependientes del señor feudal y emigraron a las ciudades. “En la misma medida en que el señor feudal va siendo suplantado, la Iglesia va perdiendo el poder absoluto que solía tener sobre los espíritus y atraviesa una profunda crisis” (FORTES, 1985, p. 15 – traducción nuestra).

           Así la iglesia, que alguna vez gobernó con puño de hierro, implantando sus dogmas, siendo un gran pilar de sostén y preservación del sistema, teniendo como función el mantenimiento de las ideologías sobre los siervos, ahora se encuentra bombardeada por ideas filosóficas en defensa de la libertad y que posibilitan que el hombre actúe libremente por la propia razón.

            Con el declive del régimen feudal y el debilitamiento de los regímenes absolutistas, una nueva clase comienza a emerger en el escenario europeo: la burguesía. El debilitamiento de uno afecta directamente al otro, porque en la monarquía absolutista la antigua nobleza feudal estaba protegida por un Estado fuerte, capaz de garantizar sus tierras y privilegios, su poder político y la contención de las revueltas campesinas. Los siglos XVII y XVIII representan, en Europa, una contradicción. Por un lado, las monarquías poderosas, en las que se confunde el poder del rey con el del propio Estado. Por otro lado, una burguesía rica y ascendente que ya no acepta el absolutismo y la intervención estatal en la economía, ni los cada vez más onerosos privilegios de la nobleza, pagados con el dinero generado por la acción económica burguesa. La burguesía ya no acepta las características que marcan la vida europea, a la que la propia Ilustración dio el nombre de Antiguo Régimen. El nombre en sí ya es peyorativo. La palabra “antiguo” no tiene significado cronológico aquí. El concepto remite a caduco, caducado, retrógrado, denotando toda la amplitud de la crítica que significó esta nueva cosmovisión.

            La Ilustración aparece en el período que marca el final de la transición entre el feudalismo y el capitalismo, representando en el campo social y político el auge de los ideales de la clase burguesa, ejerciendo una vasta influencia en la vida política e intelectual de la mayoría de los países occidentales. A principios de siglo XVIII, la burguesía europea se había convertido ya en una clase social fuerte y rica, sin embargo, aún sin acceso al poder político que continuaba en manos de los reyes. Las ideas ilustradas surgieron en este contexto como respuesta a problemas concretos que enfrentaba la burguesía, como la intervención estatal en la economía y los límites de su acción política. La era de la Ilustración estuvo marcada por transformaciones políticas como la creación y consolidación de los estados-nación, la expansión de los derechos civiles y las revoluciones burguesas. El ideal revolucionario no es un ideal de la Ilustración, pero no hay duda de que las ideas políticas de la Ilustración influyeron en la redacción de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de Francia, redactada por la Asamblea Constituyente en 1789 (e incluso en Brasil podemos decir que los ideales de la Ilustración cruzaron el Océano Atlántico, influyendo en la Inconfidência Mineira y la Revolución Farroupilha).

 

Este documento [Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano], de singular importancia, trajo en su ámbito significativos avances sociales, garantía de la igualdad de derechos de los ciudadanos y mayor participación política del pueblo. Además de estos avances, tendría gran repercusión por su intención de convertirse en un precepto universal (MELLO; DONATO, 2011, p. 259 – traducción nuestra).

 

            Fue con el brotar de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que la Ilustración encendió a la sociedad para una revolución: la Revolución Francesa (que enterró casi por completo el feudalismo y el absolutismo), en la que el pueblo comenzó a cuestionar la jerarquía impuesta, comenzando a ver que el dominio sobre ellos no era natural, alcanzando el poder de la razón para seguir sus ideales. En este contexto, podemos observar varias ideas ilustradas defendidas en el nuevo escenario político: las ideas de soberanía popular, la doctrina económica típicamente ilustrada de la fisiocracia[1], la separación de poderes, la igualdad ante la ley, entre otras: “la razón inspira proyectos de reforma social y económica, nueva legislación y un sistema de educación colectiva, a través de los cuales se espera una efectiva renovación de la vida y un aumento general del bienestar” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 608 – traducción nuestra). En este aspecto, también es necesario considerar la influencia del racionalismo y la defensa del poder de la razón como guía para pensar en una mejor forma de organización social. El Estado, que antes se había aliado con la Iglesia, comenzó a buscar un nuevo fundamento en el racionalismo moderno, desligándose de la religión, el poder de la autoridad y el absolutismo teológico.

            Fue Montesquieu quien enfatizó la teoría de la separación de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Esta teoría pretende evitar que el poder se concentre en manos de una sola persona, para que no haya abuso, como en el Estado absolutista, por ejemplo, en el que todo el poder se concentraba en manos del rey. El tránsito del Estado absolutista al Estado liberal se caracterizó precisamente por la separación de poderes. Esta teoría de Montesquieu fue transformada en un verdadero dogma por la “Declaración de los Derechos del Hombre” de 1789.

            En el campo de la Democracia, la Ilustración encontró en Jean-Jacques Rousseau al gran vocero de la soberanía popular. Lo que destaca a Rousseau entre los que innovaron en el pensamiento político es precisamente la defensa del concepto del ejercicio de la soberanía por el pueblo. Además, Rousseau también fue contractualista, es decir, buscó entender y explicar la Sociedad Civil a través de un contrato social que, para ser legítimo, debe redactarse de acuerdo con la voluntad soberana general. “¿Cómo eliminar los males de la vida social y política de los hombres, dándoles una nueva base? La respuesta es: 'contrato social'” (FORTES, 1985, p. 68 – traducción nuestra).

            Finalmente, es necesario considerar que varios fueron los príncipes reinantes que muchas veces apoyaron y fomentaron figuras de la Ilustración e incluso intentaron aplicar sus ideas al gobierno.

En cuanto a la forma de gobierno, el ideal predominante es, además, el del despotismo ilustrado, es decir, el del filósofo soberano, que es un auténtico philosophe y que, iluminado por la razón, a su vez potenciado por el conocimiento, promueve reformas capaces de instaurar el bienestar y la felicidad de los súbditos (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 608 – traducción nuestra).

            Las ideas racionalistas e ilustradas influyeron en los gobernantes absolutistas, que pretendían gobernar de acuerdo con la razón y el interés del pueblo, sin por ello abandonar el poder absoluto, siendo conocidos como déspotas ilustrados. Los más famosos son: Federico II de Prusia (1740-1786) – permitió a los prusianos la libertad de culto y expresión e hizo obligatoria la educación básica. Pero a pesar de estos cambios, Prusia mantuvo el régimen feudal; Catalina II de Rusia (1762-1796) – mantuvo contacto con muchos filósofos de la Ilustración pero cambió muy poco la estructura social y económica de Rusia; el Marqués de Pombal, ministro portugués (1750-1777) – expulsó a los jesuitas de Portugal y de las colonias por oponerse a sus reformas educativas, además de abrir Portugal a la influencia de la Ilustración, modernizando la enseñanza, las bibliotecas y creando la Real Imprenta; y Carlos III de España. En general, todos llevaron a cabo reformas que ampliaron la educación, garantizaron la libertad de culto, fortalecieron la igualdad civil, manteniendo cierta autocracia y agudizando las contradicciones sociales y políticas.

'Despotismo' significa, en un sentido específico, la forma de gobierno en la que quienes detentan el poder mantienen, hacia sus súbditos, el mismo tipo de relación que el amo (en griego "despotes") tiene hacia los esclavos que le pertenecen. [...] El despotismo [moderno] es polémicamente utilizado para indicar cualquier forma de gobierno absoluto, siendo muchas veces sinónimo de tiranía, dictadura, autocracia, absolutismo y otras formas similares (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 339 – traducción nuestra).

            La gran diferencia entre tiranos y déspotas es que la tiranía es una forma de gobierno degenerada, según la terminología aristotélica y que perdura hasta la época moderna, pues el tirano desprecia las leyes establecidas y gobierna a su antojo, mientras que el despotismo es considerado una forma legítima de gobierno, ya que se basa en el propio consentimiento de un pueblo (que se somete voluntariamente a ese poder), aunque el poder del gobernante es absoluto, muchas veces arbitrario y dependiente de su propia voluntad. “La diferencia verdaderamente esencial radica en que la tiranía constituye una forma ilegal o ilegítima […] mientras que la monarquía despótica, como monarquía, pertenece a las formas no distorsionadas” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 340 – traducción nuestra). Cabe señalar que ésta es la definición clásica aristotélica de despotismo, que adquirió diferentes connotaciones a lo largo de los siglos. Una variación de esta comprensión aparece, por ejemplo, en Montesquieu, quien entiende la monarquía como una forma de gobierno diferente al despotismo. En su obra El espíritu de las leyes, el filósofo francés distingue tres formas de gobierno: la monarquía, la república y el despotismo.

Según la naturaleza, el gobierno despótico es el gobierno en el que "uno, sin leyes ni restricciones, arrastra todo y a todos según sus deseos y caprichos" (Libro II, c. I). Según el principio, el gobierno despótico se rige por el miedo, mientras que el monárquico se guía por el honor y el republicano por la virtud [...] Montesquieu [sin embargo] mantiene inalterada la relación servil entre gobernantes y gobernados (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 343 – traducción nuestra).

            Los pueblos sometidos a un régimen despótico se encuentran en estado de servidumbre y esclavitud política.

            En todos estos puntos de vista, el despotismo siempre se ve como un modelo de mal gobierno. Como toda regla tiene su excepción, la idea del despotismo es un elemento importante de la teoría e ideología política de la fisiocracia ilustrada, pues defiende la idea de un solo soberano, capaz de reconocer las leyes naturales existentes, instruido por sabios consejeros sobre la existencia de tales leyes y usando sus facultades en la aplicación de las leyes respectivas. “En su obra L'ordre naturel et essentiel des sociétés politiques (1767), el fisiócrata Le Mercier de la Rivière distingue dos formas de despotismo, una que llama 'legal' y otra 'arbitraria'” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 345 – traducción nuestra), y sólo el primero puede guiarse por la evidencia y la luz natural de la razón, posibilitando la comprensión de las leyes naturales. La necesidad de un gobierno despótico se debe a que tales leyes sólo pueden imponerse de manera imponente y hasta coercitiva y, naturalmente, es de esta idea de donde nace el principio de un “despotismo ilustrado”.

En efecto, una vez que se ha comprobado que el orden natural es evidente por sí mismo, es decir, que puede ser comprendido en su totalidad por la mente humana iluminada por la razón, se vuelve por el mismo hecho coercitivo y, en consecuencia, no puede imponerse sino despóticamente ¿Hay alguien que lamente verse obligado a aceptar los teoremas de la geometría euclidiana sin cuestionarlos? Euclides no es menos déspota que el monarca ilustrado que gobierna obedeciendo la evidencia de las leyes naturales. Pero es, sin duda, un despotismo natural y necesario, conforme a la razón (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 345 – traducción nuestra).

 

Referências Bibliográficas

BOBBIO, Norberto; MATTEUCCI, Nicola; PASQUINO, Gianfranco. Dicionário de Política. 11. ed. Brasília: Editora UnB, 1998. Vol. I.

DUPAS, Gilberto. O mito do progresso. São Paulo: UNESP, 2006.

FEITOSA, Charles. Explicando a Filosofia com Arte. Rio de Janeiro: Ediouro, 2004.

FORTES, Luiz Roberto Salinas. O Iluminismo e os Reis Filósofos. 3. ed. São Paulo: Brasiliense, 1985. (Coleção Tudo é História, 22).

GILES, Thomas Ransom. História da educação. São Paulo: EPU, 1987.

KANT, I. Textos Seletos. Trad. Floriano de Souza Fernandes. 2. ed. Petrópolis: Vozes, 1985.

MELLO, Vico Denis S. de; DONATO, Manuella Riane A. O Pensamento Iluminista e o Desencantamento do Mundo: modernidade e a Revolução Francesa como marco paradigmático. Revista Crítica Histórica, Ano II, nº 4, dezembro/2011.

MÖLLER, Mathias Alberto. Esclarecimento e emancipação nos textos políticos de Kant. Filogenese, v. 7, n. 2, p. 27-45, 2014.

PAZZINATO, A. L.; SENISE, M. H. V. História moderna e contemporânea. São Paulo: Ática, 1992.

 


[1] Derivada del griego, physis (naturaleza) y kratos (poder, gobierno), la fisiocracia correspondería a una teoría económica del siglo XVIII, principalmente de teóricos franceses de los que François Quesnay sería uno de los más conocidos, “que se basa en la idea de ser gobernado por leyes eternas, a las que es racional someterse, porque ellas, si no están impedidas, producen la máxima prosperidad y armonía” (BOBBIO; MATTEUCCI; PASQUINO, 1998, p. 610 – traducción nuestra). Para los fisiócratas, el trabajo derivado de la producción agrícola sería la principal fuente de riqueza de las naciones (a partir del valor, productos y desarrollo de las tierras agrícolas), lo cual es naturalmente comprensible, ya que en aquella época la economía era prácticamente agraria.

 

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