Pequeña Historia de las Ciencias Sociales

por Alexsandro M. Medeiros

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publicado en: mar. 2020

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            Durante miles de años los hombres han estado reflexionando sobre los grupos y sociedades en los que viven, tratando de comprenderlos. El hombre es un ser esencialmente social, teniendo como preocupaciones constantes la creación de una sociedad mejor, donde todos sus componentes puedan vivir relativamente más armónicamente, sin las grandes calamidades que azotan a la humanidad. Pero para lograr este objetivo, es necesario conocer bien cómo funciona la sociedad. Para cambiar la sociedad es necesario conocerla, reflexionar sobre las relaciones humanas y las relaciones sociales, o, en palabras de Costa (1987, p. 12 – traducción nuestra): “La sociedad tiene características que es necesario conocer para que quienes en ella actúan tengan éxito".

            Los primeros intentos de comprender las fuerzas sociales se basaron más en la especulación que en la investigación científica de los fenómenos. Recurrieron, por ejemplo, a dioses y héroes para explicar ciertos fenómenos sociales. Así, para los griegos, Zeus, señor de los hombres y de los dioses, era el dios justo y bueno, que mantenía el orden en el mundo moral y físico. Hera, esposa de Zeus, protegía el matrimonio y era la deidad tutelar de la vida familiar. En la Antigüedad, durante la Edad Media y hasta principios de la Edad Moderna, los intentos de explicar la sociedad estuvieron muy influidos por la filosofía y la religión, que proponían normas para mejorar la sociedad según sus principios. Estos primeros intentos de estudios sistemáticos de la sociedad humana comenzaron con los filósofos griegos Platão, en su libro La República, y Aristóteles, con su obra Política. Aristóteles dice que “el hombre nace para vivir en sociedad”.

            En la Edad Media, como en la Antigüedad, los filósofos continuaron describiendo la sociedad en la que vivían y proponiendo normas para que el hombre viviera en una sociedad ideal. San Agustín, por ejemplo, en su obra La ciudad de Dios, pensaba que los hombres vivían en la ciudad donde reinaba el pecado. Luego propuso normas para vivir en una ciudad donde no había pecado. Obras como ésta describían a la sociedad humana desde una perspectiva religiosa muy acentuada. Agustín creía que tanto la civitas dei (ciudad de Dios) como la civitas terrena (ciudad terrena) se fundan en el amor, estando la primera fundada en el amor de Dios, un amor desinteresado que no teme el sacrificio de uno mismo por el bien común, mientras que el segundo se funda en el amor propio, egoísta, que desprecia incluso a Dios mismo (cf. MONDIN, 1980, p. 119).

 

La Sociologia precientífica

            Con el Renascimento comenzaron a surgir autores que trataban los fenómenos sociales en un plano más realista, aunque muchos seguían influidos por las viejas utopías. Buscando pensar la vida social y política, el hombre del Renacimiento también desarrolló sus teorías. Los humanistas se propusieron repensar a los filósofos antiguos, reinterpretando a Platón y Aristóteles.

            Escribieron sobre la sociedad de su tiempo: Tomás Moro, Tomaso Campanella, Francis Bacon y Erasmo de Rotterdam.

            Tomás Moro es el autor de Utopia, una isla donde hay armonía, tolerancia, solidaridad y equilibrio, donde se unen la verdad y el bien, no existe la propiedad privada y todos tienen un trabajo de seis horas diarias. “Utopía es expresión del deseo de reformar toda la vida social, política y religiosa de los europeos del siglo XVI, una época de profunda renovación. Este fue el aspecto de Utopía que más influyó en los contemporáneos...” (apud MORE, 2002, p. 121 – traducción nuestra). Y más adelante:

Critica con más severidad a la sociedad inglesa y europea, al tiempo que presenta la isla de Utopía como un lugar donde la sabiduría y la felicidad de los pueblos derivan de un perfecto sistema social, jurídico y político, guiado por la razón. Utopía tuvo mucho éxito en ese momento y se convirtió en el modelo para todas las concepciones posteriores del género. La utopía más famosa de la antigüedad es la República de Platón, en la que el gobierno... se encomienda a los filósofos (apud MORE, 2002, p. 121 – traducción nuestra).

            Además de la obra Utopía, encontramos otras obras de este período como: La Ciudad del Sol, de Tommaso Campanella; Nueva Atlántida, de Francis Bacon; y El elogio a la locura, de Erasmo de Rotterdam.

            Entre estos diferentes autores, el que sin duda buscó retratar la sociedad de manera realista, desligada de las viejas utopías filosófico-teológicas, fue Maquiavel (1469-1527). Maquiavelo fue el primer defensor de la autonomía de la esfera política, especialmente en relación con la moral y la religión, es decir, fuera de cualquier preocupación de orden moral y teológico [1]. Además, Maquiavelo rechaza los sistemas utópicos, la política normativa de los griegos y busca la verdad efectiva, es decir, cómo actúan realmente los hombres. Al observar la historia de los acontecimientos, Maquiavelo encuentra que los hombres siempre han actuado a través de formas de violencia y corrupción y concluye que el hombre es por naturaleza capaz del mal y del error. A las utopías opone un realismo antiutópico a través del cual pretende desarrollar una teoría dirigida a la acción efectiva e inmediata.

            Posteriormente encontramos importantes reflexiones en el ámbito social a partir del pensamiento de Hobbes, Locke y Rousseau quienes, bajo distintas variables, parten del análisis del hombre en su estado de naturaleza. ¿Qué hace que el hombre abandone este estado – se preguntan estos filósofos – para someterse al Estado instituido por un pacto, por un contrato social?

            Para Hobbes, los hombres quedan abandonados a sí mismos en el estado de naturaleza, lo que genera inseguridad, angustia y miedo; en el estado de naturaleza predominan los intereses egoístas y el hombre se convierte en lobo para otro hombre. El miedo y el deseo de paz llevan a los hombres a fundar un estado social, abdicando de sus derechos en favor de un soberano, que a su vez tendrá el poder absoluto.

            John Locke (1632-1704) también destacó en el campo social con sus ideas, defendiendo el liberalismo político y la propiedad privada. Locke no vio en el estado de naturaleza una situación de guerra y egoísmo, como en Hobbes; para Locke los hombres son libres, iguales e independientes. En el estado natural, cada uno es juez de su propia causa y, como los riesgos de parcialidad son grandes y pueden desestabilizar las relaciones entre los hombres, consienten en constituir un cuerpo político. Para Locke, la sociedad resulta de la reunión de individuos para garantizar la libertad y la propiedad. El contrato social se lleva a cabo en nombre de los derechos naturales del hombre y el gobierno debe comprometerse a la preservación de estos derechos. El poder de gobierno se delega en una asamblea o en un soberano, y la legitimidad de este poder reside en el consentimiento de los individuos que lo han de constituir, y que pueden retirarlo, si no gobierna en interés de la mayoría o si amenaza la libertad y los derechos de las personas. Una de sus principales obras se llama: Dos Tratados Sobre el Gobierno Civil.

            Unos años más tarde, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) reconoció la decisiva influencia de la sociedad sobre el individuo, a partir de la idea de que el hombre nace puro y la sociedad lo corrompe. Al igual que Hobbes y Locke, Rousseau elabora su pensamiento tomando como punto de partida al hombre en su estado de naturaleza, buscando resolver la cuestión de la legitimidad del poder nacido del contrato social. En su estado de naturaleza el hombre es bueno y sencillo, libre y feliz. La necesidad introduce la desigualdad que trae consigo la propiedad y el trabajo, generando esclavitud y miseria con la diferenciación entre ricos y pobres, amos y esclavos, hasta el predominio de la ley del más fuerte. A través de una elaborada pedagogía, Rousseau propone la reconstrucción de un hombre social que participa en una sociedad racional que respeta la naturaleza.

            En el siglo XVIII, un avance importante hacia un análisis más realista de la sociedad fue la aportación de Giambattista Vico, con su obra La Nueva Ciencia. En ella Vico afirma que la sociedad está sujeta a leyes definidas, que pueden descubrirse mediante el estudio y la observación objetiva. Su formulación “El mundo social es ciertamente obra del hombre” fue un concepto totalmente revolucionario en la época. Vico atribuye al Estado un origen divino, como Agustín, pero sin el carácter pesimista que éste atribuye al Estado. El Estado es una creación providencial de Dios para sacar al hombre de su miseria y de su situación derivada del pecado original (cf. MONDIN, 1980, p. 120).

 

¿Cómo surge la sociología?

            La Revolución Científica, iniciada en el siglo XVII, jugó un papel importante en el posterior surgimiento de las Ciencias Sociales. Si la ciencia tuvo éxito en explicar los fenómenos de la naturaleza, también podría explicar la sociedad, como un elemento de la naturaleza. En este contexto, las ciencias humanas se desarrollan buscando inspirarse en el modelo de ciencia establecido por las ciencias naturales. La sociología, al igual que las ciencias humanas, surgirá del intento de adaptar el método de las ciencias naturales a la comprensión de los fenómenos del comportamiento humano.

           Fue en el siglo XIX –con Auguste Comte, Herbert Spencer, Gabriel Tarde y, principalmente, Émile Durkheim, Max Weber y Karl Marx– que la investigación de los fenómenos sociales adquirió un carácter verdaderamente científico.

El surgimiento de la Sociología hizo que las cuestiones relativas a las relaciones entre los hombres dejaran de ser sólo un asunto religioso: también comenzaron a interesar a los científicos. La constitución de este campo del saber significó, sobre todo, que las relaciones entre los hombres merecen ser conocidas y formuladas por una nueva forma de lenguaje y discurso, el científico (COSTA, 1987, p. 8 – traducción nuestra).

            La sociología surgió en el siglo XIX cuando la racionalidad de las ciencias naturales y su método habían ganado el reconocimiento necesario para reemplazar a la religión en la explicación del origen, desarrollo y propósito del mundo.

           En ese momento, cuando las teorías científicas comenzaron a reemplazar a los dogmas religiosos, la ciencia no apareció como una forma particular de conocimiento, sino como un conocimiento todopoderoso, capaz de abolir y suplantar las creencias religiosas e incluso las discusiones éticas. Los nuevos "magos" de la civilización descubrirían la verdad, cualquiera que ella fuese, independientemente de las opiniones personales de los científicos, sus valores sobre el bien y el mal, sobre lo correcto o incorrecto.

            Con la misma propuesta de exención de valores con la que se descubrió la ley de gravitación de los cuerpos celestes en el universo, se creyó posible descubrir las leyes que regulaban las relaciones entre los hombres en sociedad. Leyes naturales que existirían independientemente del credo, la opinión y el juicio humano. Toda esta nueva mentalidad orientó la formación de la primera escuela científica de pensamiento sociológico: El Positivismo.

Esto equivalía a crear, como en otras ciencias, métodos de verificación y medición y a hacer formulaciones sobre la sociedad que pudieran probarse empíricamente, es decir, a través de la observación y la experimentación, para hacer explicable la acción social humana en términos de regularidades y pronósticos. (COSTA, 1987, p. 8 – traducción nuestra).

            Auguste Comte es tradicionalmente considerado el padre de la Sociología. Fue él quien utilizó por primera vez esta palabra, en 1839, en su Curso de Filosofía Positiva. Pero fue con Émile Durkheim que la Sociología pasó a ser considerada una ciencia y se desarrolló como tal.

          Durkheim formuló las primeras pautas de la Sociología y demostró que los hechos sociales tienen características propias, que los distinguen de los que son estudiados por otras ciencias. Para él, la Sociología es el estudio de los hechos sociales. Un ejemplo sencillo nos ayuda a entender el concepto de hecho social de Durkheim: si un alumno llegara al colegio vestido con ropa de playa, seguramente se encontraría en una situación muy incómoda; los compañeros de clase se reirían de él, el maestro lo regañaría y el director probablemente lo enviaría de vuelta para que se pusiera la ropa adecuada.

            Hay una forma de vestir que es común, que todo el mundo sigue. Esto no lo establece el individuo. Cuando se unió al grupo, esa norma ya existía, y cuando se vaya, la norma probablemente permanecerá. Le guste o no a la persona, estará obligada a seguir la costumbre general. Si no lo sigue, será “excluido”. La forma de vestir es un hecho social. El lenguaje, el sistema monetario, la religión, las leyes y una infinidad de otros fenómenos del mismo género son también hechos sociales.

          Para Durkheim, los hechos sociales son las formas de pensar, sentir y actuar de un grupo social. Aunque existen en la mente del individuo, son externos a él y ejercen un poder coercitivo sobre él. En resumen, podemos decir que los hechos sociales tienen las siguientes características: generalidad (el hecho social es común a los miembros de un grupo); exterioridad (el hecho social es externo al individuo); coercitividad (los individuos se ven obligados a seguir un comportamiento establecido).

            Por estas características Durkheim considera que los hechos sociales pueden ser estudiados objetivamente, como “cosas”. Así como la Biología y la Física estudian los hechos de la naturaleza, la Sociología puede hacer lo mismo con los hechos sociales. Las obras de Durkheim fueron importantes para definir los métodos de trabajo de los sociólogos y establecer los principales conceptos de la nueva ciencia. Entre estas obras destacan: La División del Trabajo Social, Las Reglas del Método Sociológico y El Suicidio.

            Max Weber también hizo importantes aportes a la Sociología, al postular como objeto de estudio de la misma, la acción social, entendida como la conducta humana, pública o no. La Sociología, en la interpretación de Weber, es una ciencia cuyo objeto es comprender claramente el comportamiento humano y proporcionar una explicación causal de su origen y resultados. Si son las actitudes las que explican el comportamiento social, es necesario investigar la naturaleza y el funcionamiento de estos factores, teniendo en cuenta, principalmente, si estas actitudes se ven afectadas o modificadas por los motivos y acciones de otros individuos. Patrones y categorías de validez sociológica se revelarían a través de la actividad del individuo en sus relaciones con otras personas. La conducta social sería entonces el camino para comprender la situación social y comprender las intenciones. Por lo tanto, la comprensión social debe involucrar el análisis de los efectos que el ser humano busca lograr.

            Una contribución igualmente relevante al estudio de la sociología provino del filósofo alemán para quien se encuentra un apartado específico sobre sus ideas y teorías. Ver el enlace: Karl Marx.

 

Referências Bibliográficas

COSTA, Maria Cristina Castilho. Sociologia: Introdução à ciência da sociedade. São Paulo: Moderna, 1987.

MORE, Thomas. A Utopia. Tradução de Pietro Nassetti. São Paulo: Martin Claret, 2002.

MONDIN, B. Introdução à Filosofia: problemas, sistemas, autores, obras. Tradução de J. Renard. São Paulo: Paulus, 1980.



[1] Posteriormente, Hobbes y Spinoza reforzarán esta autonomía. Desde una perspectiva filosófica, Kant mantendrá esta distinción, pero afirmando que la política no puede eludir la jurisdicción universal de la ética, ni la ética prescindir de la primera. “Cualquier diferenciación entre ética y política es, sin embargo, rechazada por Hegel, para quien la fuente suprema de toda moralidad es el Estado” (MONDIN, 1980, p. 123 – traducción nuestra).

 

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